El dolor emocional es uno de los aspectos difíciles a manejar en esta contingencia donde todos los seres humanos del planeta tierra estamos incluidos, sin que nos hayan preguntado si queríamos participar de esta aventura en la que desconocemos si vamos a salir airosos. Pérdida tras pérdida, con su consecuente dolor, dolor del alma cuando se trata de la muerte.
En la mayoría de los casos se impide el ritual funerario, el servicio de velación sea en casa o en capilla, nuestro ser querido sale de casa y no regresa, su destino: el cementerio. ¿Será verdad que es mi ser querido quien me dicen que murió? ¿Estarán equivocados? ¿Cómo sé que sus cenizas si es que se reciben, son las que son? Demasiadas preguntas sin respuesta.
No se permite abrir el féretro para una última despedida, no pueden acudir al cementerio los familiares que hayan estado en contacto con quien falleció y presenten algún tipo de síntomas, y es que acaso todos los fallecimientos son Covid19. En los casos donde permiten ingresar al cementerio, es imposible recibir el abrazo consolador, a dos metros de distancia para no gritar nos enviamos un mensaje o atendemos llamada a través del teléfono.
El dolor emocional se trata con calor humano, y hoy se esta viviendo en soledad. Historia tras historia se escucha sobre el cómo desde la salida de casa de quien enfermó la vida se volvió muy oscura; no poder acompañar durante la hospitalización se vuelve un acto inhumano, no poder ver al ser amado dentro del féretro deja dudas, el sentimiento de culpa por no haber estado presentes todo el tiempo aparece con toda su fuerza, los hubiese hecho sí o no, las preguntas acerca de dónde fue que ocurrió el contagio, quién lo portaba, en qué momento. El estado de shock, el caos.
En un importante número de casos los trámites se hacen por teléfono, puesto que han de protegerse los familiares, los amigos y los servidores funerarios; y por supuesto toma mayor relevancia el estar preparados anticipadamente en todo lo que concierne a un funeral, quién se hará cargo como representante de la familia, buscar la funeraria adecuada, el tipo de servicio, el modelo del féretro, los costos, la forma de pago, elegir en cuanto a cremación o inhumación, la ropa y los accesorios de preferencia, la música, los arreglos florales, etc. Esta previsión evitará un mayor desgaste emociona por cuenta de detalles que la postre pueden resultar insignificantes.
¿Quién se hace cargo pues de los obligados trámites? Recibir el acta de defunción, conocer de la disposición final del cadáver, que por norma legal ha de acatarse sin decir nada, y de pronto pensar en un mensaje de despedida. El resultado: un duelo que seguramente va a ser complicado, por más que nos digan que nuestro ser querido hacía parte de la población de riesgo, que nadie tiene la culpa, que pasó lo que tenía que pasar, que todos tendremos que morir alguna vez, no se vale.
El duelo es el proceso que viene tras una pérdida significativa, implica adaptarse a la nueva situación, nos ubica en una situación de vulnerabilidad total, duele la vida misma y se complica ante la imposibilidad de una despedida acorde con nuestras tradiciones y creencias. Se instala dentro de nosotros la tristeza profunda, los pensamientos constantes acerca de: ¿Cómo sería el momento de la muerte? ¿Cuánto sufrió o estaba en sedación? *Cómo entonces concentrarse en seguir la vida? Cuesta aceptar su muerte, se desea y añora intensamente volver a ver a quien partió, se siente resentimiento, se pierde el sentido de vida, la confianza en los demás, no es posible disfrutar la vida aún recordando las experiencias bonitas vividas junto al ser querido. Y cuidado, mucho ojo, si llegan pensamientos de para qué la vida, mejor la muerte, buscar de inmediato acompañamiento y apoyo profesional.
¿Qué hacer para ayudarse a transitar por este camino de dolor? Hablar de lo que se siente, del dolor, todos en familia traemos mucho que decir, aprender a gestionar las emociones que se van haciendo presentes, comentarlas, buscar maneras de dejarlas ir.
Recordemos que también quedan otros pendientes, como, ¿que se hará con las pertenencias del ser querido? ¿Qué trámites en cuanto a documentos, cuentas de banco, seguridad social, quedaron pendientes? Detalles y más detalles.
En tiempos normales, una vez ocurrido el fallecimiento, las familias están acompañadas de familiares, vecinos y amigos, hacerlo tras una pantalla también funciona, se recibe el calor de las personas a través de lo que pueden expresar como tributo a quien murió y como apoyo a quien sufre. Organizar un encuentro virtual, donde pidamos a quienes van a hacer parte se vistan para la ocasión, un funeral sin cuerpo presente, pero si con la memoria viva, darle tiempo a cada uno para que exprese su despedida, su agradecimiento, y de acuerdo con el credo religioso que se profesa, coordinar si es del caso el novenario también virtual.
Compartir dentro de un grupo de WhatsApp acerca de las experiencias vividas con quien falleció, su música preferida, sus recetas de cocina, de sus amores y desamores, de sus ilusiones y gustos, todo esto permite reconfortarse en familia.
Y dejar el compromiso de una reunión presencial para celebrar la vida, pues con certeza esto también pasará y podremos sentarnos a escribir y reflexionar sobre un inventario de pérdidas y ganancias, con qué nos quedamos. A propósito, ¿cómo le gustará que fuese su funeral?