Mucho se habla de cómo llevar el dolor del duelo, sabemos que ante la pérdida de un ser querido en todas las áreas de nuestra vida sentimos el impacto del suceso y surge la necesidad de reajustar cada una de ellas.
Estas áreas o dimensiones, la física con manifestaciones en aparato respiratorio, digestivo, pérdida de energía vital, afectación en el sueño y alimentación, hipersensibilidad al ruido, tensión muscular, entre otras. Cuando hablamos de la dimensión emocional se hacen presente la tristeza, el enojo, la culpa, sentimientos de soledad, el estar irritables, sentirnos indefensos e incluso en desesperanza, miedo, abatimiento, sensación de abandono, incluso sentimientos de venganza. En la dimensión cognitiva nuestros pensamientos también hacen lo suyo, hay confusión, incredulidad, dificultad para la atención y concentración, preocupación excesiva, vienen imágenes de quien falleció y del hecho como sucedió, sensaciones de su presencia, falta de interés por las cosas, dificultades de memoria, pensar que no vamos a poder transitar el proceso y poder volver a sonreír a la vida.
Cuentan también los asuntos que hayan quedado pendientes, si había conflictos sin resolver, un alto nivel de dependencia afectiva y/o económica, la necesidad de su compañía. Con nuestras conductas podemos generar hiperactividad o inactividad, consumo excesivo de alcohol, sustancias, fármacos y muchas más. Socialmente, podemos traer resentimiento hacia las otras personas, tener la necesidad de aislarnos. Y, desde el punto de vista espiritual un replanteo de las propias creencias, el sentido de la vida y de la muerte.
El impacto de la pérdida tiene igualmente que ver con factores como las circunstancias de la muerte, si fue súbita o esperada, si hubo enfermedad previa su duración y la existencia del duelo anticipado, la edad del fallecido, la manera de relacionarnos y el grado de vinculación, nuestra personalidad y la manera como hemos llevado y sacado avante otras situaciones de pérdidas significativas que la vida nos ofrece. También el entorno familiar en cuanto a la forma de convivencia, la manera como se resuelven los problemas, las creencias, sus factores resilientes.
Es inherente a la propia vida el tener que afrontar pérdidas significativas, vivimos duelos desde que nacemos y la duración de estos depende del valor que les atribuimos desde el punto de vista afectivo.
El sentir emocional del duelo se hace presente ante la pérdida de la vida, las pérdidas materiales, de trabajo, de vivienda, económicas; las pérdidas evolutivas, el paso de la niñez a la adolescencia, a la edad adulta, a la independencia, al salir de casa, la vejez; las pérdidas propiamente físicas como la salud, la amputación de un miembro, y también el perder las ilusiones, los valores, las expectativas no cumplidas que llegan a afectar la autoestima. También las pérdidas emocionales como el divorcio o terminar una relación de amistad.
Con todo esto presente, ¿Cómo entonces hemos de llevar el proceso de duelo? Recomendaciones hay muchas, de llevarlas en orden muy pocas, nos dejamos llevar más del sentimiento de pérdida, impidiendo ver que lo que la vida nos ha quitado es una oportunidad de crecimiento personal, el duelo nos cambia muchas de las perspectivas personales.
Quedarse en el sufrimiento es una opción, no muy sana que digamos, por difícil que sea la situación presente se puede trabajar en modificarla; no existe pastilla mágica, ni receta exacta, por tanto, extiendo una invitación a la reflexión ahora mismo, ¿Cómo estamos afrontando el dolor? ¿Cómo estamos reajustando la vida? ¿Cómo estamos resignificando lo perdido?
Así las cosas, el primer paso está en tomar la decisión de llevar el duelo de la forma más sana posible, de salir del sufrimiento y llevar el dolor como un hecho natural de la vida.
Si haces una revisión de situaciones de pérdidas vividas te podrás dar cuenta que muchas de ellas ya no duelen, se recuerdan con amor y se puede hacer un inventario de lo positivo que haya quedado. Revisa cuáles fueron los recursos utilizados entonces y tráelos de nuevo, te serán de gran ayuda.
El segundo paso es hacer la tarea, dedicarse tiempo, no basta con leer artículos sobre duelo, escuchar audios, ver videos que hablan acerca del tema, buscando una frase que lleve a la solución inmediata; se requiere día tras día llevar con atención presente lo que estamos sintiendo, hacer la tarea de expresarnos, hablando o escribiendo sobre las emociones puestas, ejercitarse, encontrar el balance en la alimentación, descansar y buscar un sueño reparador. El modelo de las 15 tareas te permite llevar el proceso de forma ordenada.
El tercer paso, escribir un plan de trabajo que incluya fechas, podemos decir por ejemplo: me doy permiso para estar poco presentable en mi aspecto físico, por una semana más. Otro puede ser: me comprometo a volver a la vida social en tanto tiempo. Cuando a un objetivo le ponemos fecha se vuelve una meta, y la meta es reconciliarnos con la vida misma.
El duelo se ha de llevar de la forma más sana posible y depende de cada uno de nosotros, recordar e integrar a la persona fallecida nos va a permitir invertir energía en un nuevo proyecto de vida, los seres queridos siempre estarán habitando en nuestro corazón, por tanto la alegría de llevarlos en nosotros puede ser motivo suficiente para cuidarnos, amarnos, darnos el permiso de transformar nuestra vida. El dolor tiene su tiempo, también el amor.
Quiero ofrecer como conclusión, mi disposición para orientar y acompañarles, basta con que me escriban vía facebook por @fundacionabrazamos.
El duelo lo llevamos mejor cuando nos permitimos acompañamiento, resolvamoslo juntos.
Un abrazo a cada uno de ustedes.
