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ACOMPAÑANDO AL DOLIENTE

29 abril 2019
Yaneth Rubio Pinilla

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El duelo es un proceso que exige demasiado, nadie se vuelve experto en manejar sus pérdidas significativas, hay mucho por aprender en el tema. Cada persona lleva el proceso de manera distinta, somos diferentes en el hacer y seguramente muy parecidos en el sentir. Tenía entonces que encontrarse la manera de aprender del sufriente, hacer seguimiento por mucho tiempo a quien llevaba consigo un duelo y se ha aprendido que se puede reconstruir la vida, encontrar un nuevo sentido, y valorar el gusto por estar vivos.

Fue así que con el tiempo llegaron los predicados del duelo y empezamos a educarnos, a sanar primero nosotros mismos, nuestras penas por las pérdidas sufridas, sin embargo era poco el material académico en ese entonces, los buenos libros brillaban por su ausencia, nos volvimos recursivos y compartíamos todo lo que se atravesaba que trajera la palabra clave: duelo.

Una precursora del tema, Elizabeth Kluber se volvió parte de la familia, y luego otros autores, otras miradas, nuevos observadores. Es así como aparecieron nuevos significados, el verbo “acompañar”, con todo lo que es, con todo lo que exige, con todo lo que deja.

Otro autor, J. WilliamWorden, nos enseña que nos podemos ayudar con un primer paso: aceptar la realidad, cruel y desgarradora, aceptar que nuestro ser querido no volverá y que la vida no será ya lo mismo, estamos congelados y debemos salir de allí para vivir el dolor en toda su magnitud. No hacerlo significa quedarse en el sufrimiento, el cuerpo sabe, el alma sabe. Recordar al ser querido ausente, su forma de ser, sus cosas, eso que tanto nos animaba y de pronto no tanto nos gustaba, hablar del cómo murió, del funeral, contar la historia.

Una segunda tarea es aquella que nos impone reconocer las emociones y ponerles nombre, una tras otra, en todas sus dimensiones. Resolver esos asuntos pendientes que siempre quedan. Negar el dolor solo trae más sufrimiento, ayuda mucho el consuelo que nos brinda nuestra gente.

La tercera tarea nos dice que nos debemos adaptar a un entorno en el que ya no está el ser querido, murió, se ha marchado para siempre y se ha llevado una parte de nosotros mismos, quién será ahora el responsable de los roles que desempeñaba? ¿Contamos con sus habilidades y competencias? En caso de responder con un “no”, habrá que aprender a hacerlo, adaptarnos, ver nuestra imagen con otros ojos, con los que ahora vemos el mundo diferente.

Y luego, la cuarta tarea en la que se habla de recolocar emocionalmente a quien murió y continuar viviendo, esto es aprender a vivir sin culpas, sin remordimiento, hicimos lo que debíamos, lo que estábamos listos para ofrecer, no significa renunciar, no es dejar de amar, no es romper el vínculo, es volver a vivir, hacerse nuevas preguntas: ahora que he vivido esto, qué puedo hacer; es cambiar el “por qué a mí” por un “para qué”.

Dicen que las penas cuando se comparten se hacen más livianas, se vale dejarnos acompañar, aprender de lo que sirve y de lo que no sirve para llevar un adecuado proceso de duelo, y quien acompaña reconocer su responsabilidad, lo que debe hacer, lo que debe ser: hablar poco y escuchar mucho, ser claro y preciso, estar alerta a todo lo que ocurre al doliente que acompaña, ser ágil para asimilar lo que está diciendo, mantener alta capacidad de autocrítica y tolerancia con las demás personas, desarrollar sentido de oportunidad para elaborar y reelaborar preguntas, ser flexible, creativo.

El buen acompañante no actúa como un maestro que habla, define, precisa, aclara y concluye, más bien es quien debe explicar permanentemente todo cuanto se trata, recordar siempre que comunicar no es igual que hablar, es posible comunicarse sin hablar, un abrazo puede ser muy oportuno. El buen acompañante abre las puertas a la comunicación con preguntas o frases tales como: cómo estás hoy? Te he pensado mucho, cuéntame de ti. Escuchar más y hablar menos, ofrecer ayudas concretas, respetar la intimidad del doliente. Ser pacientes con la historia de la persona que ha sufrido la pérdida, permitirle y motivarle a compartir sus recuerdos.

Es quien debe evitar sugerir que el tiempo cura todas las heridas, no, el duelo es un proceso que no depende del tiempo calendario; algunas frases no tan recomendables son: cómo te sientes; no utiliza frases hechas, hacen que duela más, que se pierda la fe, la confianza; no se obliga al doliente a asumir un papel diciendo: lo estás haciendo muy bien; no se habla de lo que se tiene que hacer, pues esto refuerza la sensación de incapacidad del doliente; no dice: háblame si necesitas algo, se ofrecen ayudas puntuales.

Por otra parte, resulta pertinente recordar que hay otros duelos, algunos simultáneos, otros que no se han elaborado, las pérdidas somáticas: Mutilación física, pérdida del buen estado de salud previo, de la capacidad funcional o de la autonomía. Las pérdidas sociales, aquellos roles privilegiados y actividades en estas áreas, de relaciones interpersonales, del trabajo o de la capacidad reproductiva. Las pérdidas psicológicas, las afectivas, cognitivas, intelectuales, del sí mismo, de lo amado y relacionadas a la construcción de la realidad y del futuro.

Y es que el acompañante cuando aprende su tarea genuinamente, está listo siempre, no solo por la vivencia de la muerte de un ser querido, también para los duelos evolutivos de la infancia, pubertad, adolescencia, emancipación; los duelos afectivos: Separaciones, divorcios; los duelos sociales: cambios de status, desempleo, jubilación; los duelos personales: envejecimiento, menopausia, proyectos fallidos, sueños, ideales; el duelo por enfermedad; el desarraigo, desapego, emigración, la guerra.

Procesar, elaborar, enseñar cómo y aprender a hacerlo, y así llegar al momento de poder afirmar que el duelo ha finalizado cuando se ha elegido vivir de nuevo, aprovechar cuanto recurso teníamos y no sabíamos, sentirse bien, más fuertes.

«Saber escuchar es más que tener la capacidad de oír las palabras de los demás. Es, principalmente, poseer la capacidad de dejar de oír nuestras propias palabras».
David Fischman

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