Los panoramas de casos como lo son los homicidios existen distintos tipos de dinámicas víctima-victimario que pueden resultar de interés investigativo forense. Uno de ellos son las heridas de defensa, que son aquellas que resultan de un ataque directo a la víctima por parte de su agresor, donde algunas zonas del cuerpo de la víctima son afectadas por parte de algún agente vulnerante que el agresor esté manipulando.
Es común encontrar heridas de defensa realizadas por agentes punzocortantes, principalmente, pues la etiología y el análisis de las heridas cuentan con las características específicas de dicho agente, en el que se presentarán en distintas zonas del cuerpo humano (más en los miembros superiores).
Otra definición un poco más clara sobre las heridas de defensa es cuando la víctima intenta protegerse o desarmar al agresor, provocando heridas en la cara palmar o en el borde interno del antebrazo.
Por citar algunas, se observarían comúnmente lesiones por mordedura (en el que pueden ser de origen animal o humana); otros pueden ser por disparo de arma de fuego, también por agentes vulnerantes cortantes, punzocortantes, contundentes y cortocontundentes, entre otros agentes que pueden provocar daños en la víctima.
En caso de las mordeduras humanas, las lesiones de defensa pueden presentarse asimismo en el cuerpo del agresor, en partes como las mejillas, orejas, nariz, senos y genitales. Esto siempre dependerá de la conducta del agresor hacia la víctima y la presión que ejerza en la mordedura.
Esto es también de relevancia funeraria y de índole reconstructiva, pues en ocasiones el cadáver puede presentar muchas modificaciones, inclusive destrucción total o parcial del tejido del mismo. Será trabajo del embalsamador tratar de reconstruir la zona afectada de una forma efectiva, para poder tratar de lograr un aspecto como si fuese en vida.
Respecto a las lesiones de defensa ocasionadas por instrumentos cortantes, pueden observarse de forma profunda, con sección de los tendones, llegando a incidir ocasionalmente en el hueso. En este tipo de lesiones, habrá que observar detenidamente si con alguna sutura puede ser necesaria para taparla, de ser lo contrario, acudir a medios como lo es la cera dura para rellenar lugares donde fueron dañados los tejidos.
Las heridas de defensa pueden dar pauta a poder establecer desde la alevosía y ventaja que el agresor tiene sobre la víctima, pues el hecho de utilizar un agente vulnerante (este término hace referencia a cualquier tipo de instrumento, utensilio o cualquier objeto que pueda ser utilizado para lastimar o generar una herida en otra persona), y la víctima sólo utilice sus manos para defenderse habla de la situación y la forma en que posiblemente se llevaron a cabo los sucesos.
Una vez el cadáver en SEMEFO, se deberán analizar, describir, ubicar y fotografiar con su respectivo testigo métrico, cada herida presente en la víctima. Todo esto debe ser plasmado de manera precisa y concisa en el dictamen Médico Legal.
Una vez hechos todos los exámenes en el cadáver, se pondrá a disposición de la casa funeraria que continúe con la labor de embalsamamiento, en el que se tendrán que tratar de restaurar los tejidos dañados.
Si bien, la gran mayoría de las lesiones pueden estar ubicados en brazos, antebrazos y manos, muchas veces en las cajas funerarias o mejor conocido como ataúdes, no son visibles o simplemente se tapan con el recubrimiento interno de las cajas, pero de lo contrario, sí será necesario aplicar la restauración de tejidos, logrando borrar todo tipo de indicio de herida presente en el cuerpo.
Existen diferentes técnicas de restauración tisular, por lo que dependerá de la gravedad del tejido dañado, sus dimensiones, su profundidad y la forma en la que se encuentren. Esto deberá realizarse bajo el criterio del embalsamador, pues la utilización del material será fundamental para poder lograr un buen trabajo de reconstrucción y que quede impecable.