Cómo mi muerte también puedo contribuir a la vida… (Mortiu Prosumus Vitae “Incluso en la muerte ayudamos a la vida.”).
Hablar de la muerte siempre es un tema que resulta ser difícil de tratar por diversas razones: miedo, angustia, preocupación o, quizás, el no querer o no poder saber qué es lo que viene después (¿cómo será nuestra vida después de la muerte?). Sin embargo, todos sabemos que, tarde o temprano, el momento nos llegará a todos, pero no hablamos de eso en la cotidianidad. Tenemos consciencia de que se debe ser precavido; incluso nos preparamos para ello: algunos acuden a elegir el ataúd correcto al saber que tienen una enfermedad terminal; otros deciden si habrá flores o no, cremación o no, que haya música o que el ataúd esté abierto o no. Aunque no por todo esto dejamos de sentir temor ante la muerte
En fin, yo considero que incluso el proceso funerario es más complicado que la misma muerte. Tenemos que dejar todo en regla, estableciendo nuestra última voluntad, dejando por escrito como nos gustaría que nuestros seres queridos puedan acompañarnos; sin embargo, este asunto siempre doloroso puede tener una despedida distinta que no solo sea decir adiós dignamente, sino hasta una celebración de la vida.
Que tu “adiós” sea un Final Verde
¿Qué es un funeral verde? También llamados funerales ecológicos, serían todos los servicios funerarios que culminan con el entierro, cremación u otra forma de despedir al ser querido, que sean amigables con el medio ambiente y que permiten al cuerpo del finado “volver a la naturaleza”, es decir, que sus restos sirvan como nutriente para elementos naturales, como árboles, o que éstos se disipen en el ambiente, como al esparcir cenizas en el mar. No hay urnas, ataúdes, sudarios o embalsamamiento; si sí los hay, se usan materiales biodegradables o se reemplazan por técnicas que no involucran químicos, como la refrigeración.
Aunque este tema se ha abordado con más frecuencia en los últimos años, en realidad, ha sido parte de la humanidad desde la antigüedad, si es que nos centramos en el concepto de que el fallecido “vuelva” a la naturaleza. En los orígenes del ser humano, los cuerpos sólo eran enterrados en pozos donde no habían lápidas o ataúdes, por lo que no había ningún posible contaminante u obstáculo que impidiera al fallecido “reintegrarse” al suelo. Poco a poco, la presencia de sudarios, féretros y monumentos mortuorios se fueron popularizando, por motivos culturales, de higiene o religiosos.
Hoy se está retomando el concepto de funeral verde. De hecho, en los últimos años se ha puesto sobre la mesa en más de una ocasión.
¿En qué consiste?
El entierro ecológico enfatiza la simplicidad y, sobre todo, la sustentabilidad. No hay incineración ni uso de químicos; las tumbas no son simples bóvedas de hormigón. Más bien, el cuerpo se coloca en un contenedor biodegradable y se entierra en una tumba para que se descomponga completamente y regrese a la naturaleza. Los ataúdes, por ejemplo, se hacen de bambú, algodón, hoja de palma, lana, entre otros materiales. Las urnas se fabrican de tierra, arena, sal o composta; esta última forma es muy útil cuando directamente en el recipiente se quiere colocar una semilla para hacer crecer un árbol.
En cuanto al embalsamamiento, en los entierros naturales no se usan químicos , sino aceites alternativos, como de cedro, que se pueden usar cuando sea necesario. Estos aceites esenciales no dejan rastros nocivos en la tierra. La ropa que se usa para vestir al difunto también es biodegradable.
En lo relativo a la cremación, la emisión de gases siempre será peligrosa para el medio ambiente, aunque se ha trabajado en reducir la cantidad de gas expulsado; ahora bien, en lo relacionado con las cenizas, su esparcimiento en espacios abiertos no es dañina, siempre y cuando todo lo que acompañó al cuerpo del fallecido (ataúd, ropa, objetos religiosos) y que se vaya a incinerar, esté hecho de un material biodegradable; además, no deben dejarse objetos no biodegradables en el sitio donde se coloque la urna. Se pueden esparcir las cenizas en el bosque o en el mar; en este último caso, se pueden dispersar o agrupar las cenizas en arrecifes, a fin de traer peces y demás fauna marina que restaurar el sitio.
Finalmente, el uso de automóviles de gasolina está migrando a la utilización de autos eléctricos.
¿Se volverán una frecuente realidad?
Todas estas opciones son útiles en nuestra búsqueda, como sociedad, de salvar el medio ambiente. Una empresa funeraria, más que un negocio “de muerte”, debe ser vista por los dolientes como una compañía que celebra la vida del ser querido que se ha ido. Es un lugar al que nadie quiere ir, pero que tendrá que ir tarde o temprano; de ahí surge precisamente la necesidad de generar una sensación de apoyo para los dolientes que les ayude a lograr la resignación y la paz. Los funerales verdes se convierten, por tanto, en una opción a considerar, haciendo florecer la vida de nuevo en un planeta tan desgastado por el abuso humano.
Para finalizar, quiero dejar esta reflexión: El hablar de la muerte no tiene que ser un tema total y solamente triste; más bien, trátalo como una celebración de los bellos momentos con tus seres queridos, de su paso por este mundo y (si eres religioso) como el inicio del mejor de los viajes: El viaje a la vida eterna. No niego la carga sentimental dolorosa que conlleva, pero no siempre tiene que tratarse como un motivo para llorar, sino también para honrar y agradecer a los que se han ido por lo que nos han dado, o para reconocer lo que cada uno ha logrado.