Es bien sabido que todas las profesiones tienen cierto grado de complejidad, de acuerdo con los criterios mediante los cuales se lleva a cabo la práctica de éstas, factores que generalmente podemos mencionar, tales como el razonamiento, trabajar bajo presión, resolución de problemas, fortaleza física, entre otros; sin embargo, para quien se encuentra inmerso en el sector funerario, se debe considerar también la disponibilidad de horario, y es quizá este punto uno de los que nos distingue de los demás sectores empresariales.
Cuando se nace y desarrolla uno en una familia que ya es de funerarios, se lleva una ventaja natural, ya que la misma familia conoce acerca de la dinámica y es, incluso, quien va guiando a las nuevas generaciones acerca del “teje y maneje”. Cuando no se nace en este ambiente, las cosas son un tanto diferentes; este es mi caso.
Muchos seguramente se identificarán conmigo al echar la mente al pasado y recordarán sus inicios. Yo, en lo personal, tuve el apoyo de mis padres cuando les comenté mi interés por la tanatopraxia; no sé si en ese momento ellos estaban de acuerdo o no, lo que sí sé es que me brindaron su apoyo, incluso ante su desconocimiento propio por el misticismo que cobija nuestra profesión. Entre ese desconocimiento estaban implícitos muchos sacrificios que juntos tendríamos que sortear, así como el aprender a vivir de una manera diferente.
Como tanatopractores, sabemos que cuando hay que cumplir con el trabajo, no hay horarios de comida, ni horarios de sueño; se dejan muchas cosas de lado por esta noble profesión; regularmente lo sabemos y lo aceptamos con gusto, porque estamos haciendo lo que nos apasiona. Sin embargo, la parte que no vemos involucra los sacrificios que hace la familia, por ejemplo, cuando tenemos que cancelar ciertas actividades que antes hacíamos con ellos, porque ya nos llegó un servicio, cliente, trabajo, chamba, o como le llamemos.
Y si bien los padres y hermanos tienen esas acciones de apoyo para con nosotros, en ocasiones puede ser que no tengan más opción, ya que son nuestra familia; pero llega el turno de reconocer a las esposas, o esposos, que de igual manera recienten esas ausencias. También se desvelan con nosotros; se requiere también muchísima comprensión, comunicación y confianza para poder tener una relación estable y duradera con un trabajador del sector funerario.
Sé que sin duda, si volviera a nacer, volvería a ejercer esta profesión, pero me hago una pregunta, y también te la hago a ti, colega tanatopractor: ¿Tendría lo que he obtenido hasta ahora, si no hubiera tenido el apoyo de mi familia?