El embalsamamiento es el proceso de conservación mediante el uso de productos físicos, químicos y anatomo-quirúrgicos, con el propósito de retrasar la descomposición del cadáver. Como práctica afecta la salud, seguridad y el bienestar público; a lo largo de la historia, las culturas han asumido posturas respecto a sus costumbres e ideologías en torno a la muerte, así como de los encargados de efectuar este loable oficio.
La práctica del embalsamamiento según los historiadores tiene sus orígenes en la civilización egipcia, en donde a través de este proceso de conservación se pretendía mantener íntegro e incorrupto el cuerpo del fallecido, por lo que la creencia de la inmortalidad del espíritu humano justificaba su utilización.
Los egipcios consideraban el oficio del embalsamador como un arte sagrado, que buscaba la perfección en la conservación del cuerpo, así como los rasgos y rangos de los fallecidos. Los estudios y descubrimientos indican, que el origen de la práctica del embalsamamiento se remonta hasta la prehistoria, indicios de procesos primitivos quirúrgicos han dado lugar a esta teoría; la conservación del cuerpo tiene sus orígenes como el mismo ser humano, su naturaleza de proteger, despedir y recordar al que ya no está ha extendido hasta la modernidad la práctica de los ritos y rituales funerarios.
En la edad media, por ejemplo, existió el tabú generalizado sobre la práctica del embalsamamiento, debido a la época del oscurantismo, donde la iglesia tomó el control total del estado, se prohibieron las prácticas de la medicina, los procedimientos invasivos sobre el cuerpo humano. Fueron precisamente los avances en la medicina, los que aportarían el desarrollo de la técnica de embalsamado como procedimiento quirúrgico.
Durante los dos últimos siglos se ha logrado un refinamiento del proceso de embalsamamiento, desde la utilización de productos químicos con mayor efectividad y grado de conservación, instrumental especializado y procedimientos menos invasivos.
En la actualidad el embalsamamiento es importante como norma de conservación de cadáveres, por la bioseguridad, salud e higiene que representa, debido a que no es posible realizar una velación de una persona fallecida donde el estado de putrefacción puede presentarse en poco tiempo y causar problemas de seguridad y cuestiones ambientales negativas.
El embalsamamiento es un apoyo emocional para los dolientes, les brinda la oportunidad de aceptar y asimilar la muerte; con un correcto proceso de embalsamamiento el dolor del cuerpo desaparece, los años disminuyen; la utilización de materiales, químicos conservadores, maquillajes y otras técnicas especializadas brindan al profesional del embalsamamiento las herramientas adecuadas para convertir la muerte en un arte embellecido.
Existen factores en torno a la práctica del embalsamamiento que repercuten en su ejecución: factores culturales, religiosos, económicos, sociales y agregaríamos la falta de profesionalización.
Los factores culturales se manifiestan con mayor dominio en comunidades tradicionales y alejadas de la urbanización (en algunos casos), el embalsamamiento no siempre puede ser realizado de manera correcta, existen casos en los que se tiene que hacer de una manera poco intrusiva o sin causarle ningún daño visible al cadáver, evitando realizar cualquier tipo de incisión o extracción al cuerpo recayendo en malas prácticas.
Por otra parte, los factores religiosos, se presentan debido que existen religiones, especialmente las étnicas, las cuales no lo permite el embalsamamiento; por ejemplo, las religiones judías ortodoxas y musulmán lo consideran una deshonra para el cuerpo o las religiones hindúes y budistas no le encuentran sentido.
Los factores económicos; recaen tanto en el doliente como en el que ofrece el servicio funerario, mientras que uno no puede poseer el capital para financiarse un servicio completo, omitiendo embalsamamiento como un proceso innecesario, el otro por abaratar costos compra insumos de mala calidad o realizando el procedimiento inadecuadamente.
El embalsamamiento como medida social para controlar los riesgos sanitarios sujeto a regulación, cuenta con disposiciones oficiales, normativas y reglamentos, el conocimiento de estas es parte fundamental de la profesionalización de los embalsamadores y del propio sector funerario. En la actualidad hasta hace unos meses tanto el sector funerario como el oficio de embalsamador estaban olvidados, sin embargo, la pandemia Covid-19 vino a recordar la importancia que tiene el sector como último eslabón de la cadena de la salud y la disposición final del cuerpo.
Ante esta situación se hizo imperativo la reestructuración, innovación y profesionalización del sector funerario y las áreas que lo integran; una nueva perspectiva y mayor atención al gremio.
Ahora estamos apuntalando a disminuir la falta de profesionalización, el poco sentido de la ética y la humanización y calidez en la prestación del servicio funerario.
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