La Criminología y la Criminalística son conceptos similares que a menudo se confunden. Ambos comparten una raíz etimológica común, pero su terminación define campos de estudio distintos que se complementan en la formación del Criminólogo moderno.
Criminología Latín Crimen Criminis: Delito Grave Griego Logos: Tratado o Estudio El primero en utilizar el vocablo fue el antropólogo francés Pablo Topinard, pero quien lo acuñó internacionalmente fue el jurista Rafael Garofalo. |
Criminalística Latín Crimen Criminis: Delito Grave Griego Ista: actitud, oficio, hábito, ocupación Griego Ica: arte o ciencia Hans Gross, de origen austriaco, es considerado el padre de la Criminalística (1892). |
Una vez establecidos los orígenes etimológicos, analizamos individualmente estas ramas. La Criminología es la Ciencia del Delito; estudia la conducta antisocial desde una perspectiva biopsicosocial. Examina al delincuente, la víctima, las penas y la criminalidad, así como los factores culturales y económicos que influyen en su desarrollo. Su objetivo es formular políticas de prevención contextualizadas.
La conducta criminal presenta una gama amplia de matices difíciles de interpretar. ¿Cómo comprender el pensamiento o emociones de un homicida, violador, estafador, ladrón o pederasta? ¿Qué papel juega el entorno social en la generación de emociones negativas que derivan en comportamientos violentos? El resentimiento, miedo, ira y disociación psíquica pueden encontrar salida a través del crimen, afectando tanto al individuo como al tejido social. Este fenómeno es un reflejo de una sociedad enferma, como señalaba Durkheim al hablar de la Anomia.
El estudio del delincuente surge para responder estas preguntas, alejándose de la visión demoníaca del criminal. Desde mediados del siglo XIX, estudios más humanistas buscaron causas del delito. La Escuela Positiva, con César Lombroso (médico), Enrico Ferri (sociólogo) y Rafael Garofalo (jurista), desarrolló teorías científicas. Lombroso, en su “Tratado Experimental del Hombre Delincuente” (1876), propuso la existencia de atavismos —características físicas como fosetas, fusión de huesos o mandíbulas prominentes— como signos de una predisposición innata al delito.
En México, el Dr. Alfonso Quiroz Cuarón consolidó una Clínica Criminológica empírica. Diagnósticos como el de Gregorio Cárdenas, “el estrangulador de Tacuba”, evidenciaron trastornos mentales y traumas que derivaron en sus crímenes. Este tipo de estudios, escasos en el país, marcaron precedente en la readaptación penitenciaria. Además, desarrolló la “Teoría Económica de los Disturbios”, relacionando criminalidad con el ingreso per cápita y el crecimiento poblacional, argumentando que era más viable intervenir sobre el ingreso que sobre la población.
(Fragmento del artículo publicado en NOVUS FUNERARIO Nº7, ya en circulación)