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El Sistema Circulatorio y sus Aplicaciones en la Tanatopraxia

8 julio 2024
David Bedoya Oquendo

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El sistema circulatorio está compuesto por el corazón, las arterias, las arteriolas, los vasos capilares, las vénulas y las venas. Básicamente, su función es la de transportar la sangre a cada lugar del cuerpo, llevando oxígeno (O2) y recogiendo bióxido de carbono (CO2) producto de la respiración celular.

El corazón hace las veces de “bomba”, brindando la fuerza necesaria a la sangre para que realice todo el recorrido por el sistema circulatorio. Las arterias, por definición, transportan sangre oxigenada y las venas sangre sin oxígeno (a excepción de la arteria y vena pulmonares, que llevan sangre sin oxígeno y oxigenada, respectivamente). La sangre recogida por las venas es llevada a los pulmones para su oxigenación, para iniciar nuevamente el ciclo.

En vida, la presión sistólica en condiciones de salud normales equivale a 120 milímetros de mercurio (mm de Hg), unas 2,36 PSI. Esta presión es capaz de llevar la sangre desde el corazón a las arterias periféricas más cercanas. Se ha calculado que esa presión ya va a la mitad de su fuerza (50 a 60 mm de Hg) cuando llega a la arteria braquial. Al alcanzar los capilares, la presión puede estar entre 10 y 30 mm de Hg. Y cuando la sangre regresa por las venas, la presión es de menos de 10 mm de Hg, por lo cual, para que la sangre retorne desde los pies hacia el corazón, es requerido el movimiento de los músculos de las piernas y de la respiración.

Las arterias son vasos gruesos y flexibles, característica que se da gracias a su gran capa de musculatura lisa. Cosa similar pasa con las arteriolas, cuyo diámetro se compone casi en su totalidad de musculatura lisa y cuya función en vida es la de regular la presión sanguínea. Por otro lado, los capilares son bastante delgados (tanto, que los glóbulos rojos pasan en fila india a través de ellos), mientras que las vénulas y venas poseen una menor cantidad de músculo liso, lo que las hace menos flexibles. Es importante anotar que las venas poseen válvulas, que evitan que la sangre retorne hacia las partes más distales del cuerpo y pueda continuar su camino hacia el corazón.

En conclusión, durante la vida el sistema circulatorio es capaz de mantener en funcionamiento todos los tejidos del cuerpo, llevando oxígeno a cada una de sus células y a su vez recogiendo los desechos que se producen por el metabolismo celular. Si este proceso no se diera a cada segundo de la vida, las células comenzarían a morir, dando lugar a la necrosis o muerte celular. Aquí surge una pregunta obligada: ¿Si es tan bueno para llevar sangre a cada rincón del cuerpo en vida, por qué no utilizarlo para llevar fluido arterial a cada célula, durante el embalsamamiento del cuerpo?

Es por esto que la inyección arterial es el método de elección para transportar el químico preservante a través del organismo y lograr una completa preservación del cadáver.

El químico, una vez inyectado, pasará a través de las arterias y luego a las arteriolas, en un movimiento denominado en embalsamamiento como “distribución”. En el momento en que pasa por los capilares, el fluido comienza a transferirse a los tejidos en un segundo movimiento llamado “difusión”. Aquí es cuando realmente se realiza la preservación del cadáver. Ambos movimientos son fundamentales en el proceso de tanatopraxia y en el embalsamamiento arterial no puede haber uno sin que se dé el otro. Posteriormente, el fluido restante, la sangre y algunos productos de la ósmosis celular se transportarán por las vénulas y las venas, hacia el punto de drenaje elegido.

Cabe anotar que el corazón es el centro de circulación en vida; sin embargo, durante la muerte ya no puede seguir ejerciendo dicha función. Esto se da primordialmente por el bloqueo que presentan las válvulas cardíacas, que no permiten que la sangre siga fluyendo por dentro del mismo. Por tal motivo, se considera al cayado o arco aórtico como el centro de la circulación cuando se realiza el proceso de embalsamamiento.

Otro aspecto para tener en cuenta es que, al momento de la muerte, la gran cantidad de musculatura lisa presente en las arterias y arteriolas genera una fuerte contracción por efecto de la rigidez cadavérica, lo que empuja la sangre hacia los capilares y las venas. Esta copiosa cantidad de sangre, sumada al estasis (quietud) sanguíneo, hace que comiencen a producirse coágulos sanguíneos. Una inyección realizada por error en las venas haría que estos coágulos sean empujados hacia las vénulas y los capilares, generando obstrucciones y no permitiendo el movimiento de difusión.
La presión de 120 mm de Hg (2.36 PSI) que en vida era suficiente para crear un movimiento completo de la sangre, se convierte en poca durante el proceso de embalsamamiento, teniendo en cuenta fenómenos de la muerte y el embalsamamiento como son: el estasis sanguíneo, la formación de coágulos, la rigidez cadavérica, la contracción arteriolar, la resistencia por fricción, el aumento de la tensión superficial intravascular, entre otros fenómenos que llevan a aumentar la resistencia vascular a la entrada del fluido. Es por esta razón que la presión de la máquina inyectora debe aumentarse sustancialmente para lograr que el fluido arterial sea capaz de generar un completo movimiento a través del sistema circulatorio.
Cabe anotar que en teoría todas las arterias y venas disponibles en el cuerpo podrían ser utilizadas para el embalsamamiento; sin embargo, es importante tener en cuenta que hay varios factores que afectan su uso:
En el caso de las arterias, es fundamental que el calibre sea el suficiente para poder lograr la inyección de la gran cantidad de fluido arterial que requiere la primera o segunda inyección. Así mismo, el acceso y la exposición que tenga la incisión al momento de la velación también influye grandemente en la elección del vaso por el cual se quiera inyectar. Es importante tener en cuenta que, aunque la mayoría de los cuerpos son inyectados a través de vasos periféricos, en algunos casos la inyección por aorta abdominal puede ser necesaria (como por ejemplo en bebés y que no se cuente con el instrumental adecuado). En general, cualquier arteria puede utilizarse para inyección primaria o secundaria.
Para las venas, es un poco más complicado, ya que existen otros factores que afectan el adecuado drenaje de la sangre, lo que restringe la disponibilidad de venas para un adecuado drenaje. En el caso del calibre, puede considerarse que es el primer factor a tener en cuenta, ya que un drenaje a través de una vena grande como la yugular es capaz de remover hasta el 50% de la sangre, mientras que por la vena femoral solamente removerá un 15%. Sin embargo, no es solamente el calibre lo que determina estas cantidades, ya que las válvulas presentes en toda la extensión de la vena cava inferior son quienes evitan que la sangre presente en las partes altas del cuerpo (cabeza y brazos) pueda ser removida con efectividad a través de la vena femoral o cualquiera de las venas que se encuentran por debajo del nivel del corazón. Otro aspecto para tener en cuenta es lo intrincado que puede ser el recorrido que haga la pinza o tubo para drenaje que se inserte en la vena hasta el lugar de recolección de la sangre, como es en el caso del drenaje a través de la vena yugular izquierda, la cual deberá hacer un recorrido importante a través de la vena braquiocefálica izquierda y la vena cava superior para alcanzar la aurícula derecha. También lo es en el caso de la inserción de un tubo de drenaje en la vena axilar derecha, que puede taponar la salida de la sangre proveniente de la cabeza desde la vena yugular derecha en su paso hacia el atrio cardíaco.

Es por esto que el drenaje venoso se debería limitar a cuatro venas principalmente:

  • Vena yugular derecha: Su gran ventaja es que la vena braquiocefálica derecha y la vena cava superior forman una línea prácticamente recta en su recorrido desde la vena yugular derecha hasta la aurícula derecha, permitiendo el uso de pinza de drenaje o del tubo de drenaje yugular sin problemas de obstrucciones o recorridos intrincados.
  • Vena axilar izquierda: Su ubicación evita la exposición de la incisión en caso de escotes pronunciados en la vestimenta de la persona fallecida, igualmente la larga distancia que posee hasta el corazón permite el uso de tubo de drenaje sin la posible obstrucción de la sangre que proviene de la cabeza por la vena yugular del lado izquierdo.
  • Aurícula derecha: Cualquier tubo que desde la periferia alcance este lugar, provee un drenaje completo del cuerpo, recogiendo sangre tanto de la parte superior como de la parte inferior del cuerpo.
  • Vena femoral: Esta vena, si bien está bastante lejos del corazón, puede utilizarse como sitio de acceso para un tubo de drenaje ilíaco. Este tubo, largo en extensión, puede llegar hasta el corazón mediante el uso de la técnica correcta, y permite lograr el drenaje de una gran cantidad de sangre. Sin el uso de este tubo, el drenaje venoso solo se hará de las partes inferiores del cuerpo, lo que puede generar congestión sanguínea del rostro y brazos, no permitiendo una presentación correcta del cuerpo.

Los equipos utilizados para el acceso a los vasos sanguíneos durante el proceso de embalsamamiento son:

  • Cánulas arteriales: Estos equipos poseen varios calibres, de acuerdo con el grosor de la arteria y pueden ser rectas o curvas. Las curvas permiten alcanzar vasos que se encuentran en concavidades o lugares de difícil acceso. Es fundamental mantener cánulas para infantes, las cuales, con su calibre de 1 mm, permiten la inserción en carótidas de bebés.
  • Pinzas de drenaje venoso: Son pinzas rectas o curvas largas que, al insertarse en las venas, permiten llegar hasta la aurícula derecha y que gracias a la apertura de las mismas puede removerse sangre y coágulos. Debe realizarse un movimiento de introducción y sacado de la misma, sin que la pinza salga totalmente del vaso. Al insertarse, la pinza deberá estar abierta y al sacarse deberá cerrarse, con el fin de extraer coágulos que se encuentren presentes en la aurícula derecha.
  • Tubo de drenaje: Son tubos de diversos calibres que, al insertarse en las venas, permiten alcanzar la aurícula derecha. Estos tubos poseen un mandril interno que permite al embalsamador alternar el drenaje (remover o no remover sangre en determinados momentos del proceso). Su forma y uso permite canalizar la sangre drenada a través de un tubo, haciendo más limpio el proceso y el movimiento del mandril rompe los coágulos para promover su salida a través del tubo. Su uso en Latinoamérica no está muy extendido por la dificultad en su inserción y los requerimientos de preservación cortos.

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por

David Bedoya Oquendo

Con 21 años de experiencia en Tanatopraxia y Arte Restaurativo, ha asesorado y gestionado empresas funerarias en Colombia, Costa Rica, México y Panamá. Formación en Medicina Veterinaria y Diplomado en Tanatopraxia. Docente y consultor reconocido internacionalmente en el sector funerario.

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