Una Vuelta Alrededor del Mundo: Conociendo Culturas, Abrazando Una Visión Global Sobre la Muerte, Destacando En El Ramo Funerario

23 junio 2025
LCC. Guillermo José Guzmán Vargas

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Invitación a una mirada distinta

La muerte, ese misterio que a todos nos toca y a veces nos asusta, ha sido durante siglos temida, negada o silenciada. Pero en muchas partes del mundo, también ha sido comprendida, acompañada y hasta celebrada. ¿Y si nos detuviéramos un momento para mirarla desde otros ojos? ¿Y si, en lugar de temerla, aprendiéramos de quienes han encontrado en ella no solo un final, sino un puente hacia algo mayor?

Este texto no pretende dar respuestas absolutas ni consolar desde una única visión. Es, más bien, una invitación. Una invitación a descubrir cómo distintas culturas y religiones han creado caminos de despedida, de honra, de memoria y de trascendencia. Un viaje sin fronteras por los ritos, las palabras, los cantos y los silencios con los que la humanidad ha aprendido a decir adiós… y a dar gracias.

Aquí, la muerte no es enemiga. Es maestra. Y en sus múltiples formas —desde un susurro de incienso en Asia hasta un tambor resonando en África; desde un rezo en Medio Oriente hasta una ofrenda de flores en América— descubrimos la infinita riqueza del alma humana frente al misterio de partir.

Te invitamos, entonces, a caminar estas páginas como quien recorre un jardín sagrado: con respeto, con asombro y con el corazón abierto. Porque en este viaje no solo conocerás costumbres ajenas. Quizá también descubras nuevas formas de reconciliarte con la pérdida, de honrar a quienes se han ido y de mirar la muerte… no como un final, sino como una parte más de la gran historia de vivir.


Ritos de trascendencia: honrar la vida, acompañar la muerte

En este espacio sagrado, donde el dolor del adiós se entrelaza con la gratitud por lo vivido, iniciamos un viaje distinto. No es un viaje con maletas ni pasaportes, sino un recorrido interior, espiritual, por las múltiples maneras en que la humanidad ha aprendido a mirar la muerte.

La muerte, ese umbral inevitable, ha sido contemplada de muchas formas: como regreso, como tránsito, como juicio, como liberación. Y aunque las palabras cambien, aunque las ceremonias sean distintas, hay algo común en todas ellas: la necesidad profunda de honrar la vida, aun cuando esta se apaga.

Desde el Ganges en la India, donde el hinduismo enciende el fuego de la cremación para liberar el alma hacia una nueva existencia, hasta los monasterios del Tíbet, donde los monjes budistas recitan sutras y acompañan al espíritu en su tránsito hacia otra vida, la muerte se vive como un paso más, no como un final.

En los países islámicos, el cuerpo es envuelto con pureza y humildad, orientado hacia La Meca. La oración fúnebre eleva la voz comunitaria en súplica por el alma que regresa a la misericordia de Dios. Allí, en el silencio de la arena y el susurro del Corán, la fe encuentra consuelo en la esperanza del Paraíso.

En las tradiciones judías, el fallecido es cuidado con profundo respeto. Se guarda luto con estructura y propósito: el Shivá permite que la comunidad sostenga al doliente, que la memoria sea compartida, que el alma del difunto sea elevada a través del amor y la plegaria.

En el cristianismo, la muerte es luminosa en su fe: se camina hacia la vida eterna. Las ceremonias se llenan de símbolos de redención y resurrección. Las flores, los salmos, las cruces y los cantos son ofrendas de esperanza a un Dios que promete volver a reunirnos.

En África, muchas culturas entienden la muerte como transformación, no como ausencia. Los ancestros viven entre los vivos, y las ceremonias se convierten en celebraciones comunitarias donde el alma es despedida con tambores, cantos y danzas, como quien parte hacia el linaje que lo espera.

En América Latina, la muerte tiene mil rostros. En México, por ejemplo, la festividad del Día de Muertos pinta la despedida con colores, calaveras, pan y flores. Es una conversación alegre y solemne con los que se fueron, recordando que no hay olvido donde hay amor.

En los pueblos andinos, el alma camina por cerros sagrados, acompañada de oraciones que mezclan cristianismo y cosmovisión ancestral.

En Japón, donde el budismo y el sintoísmo se entrelazan, el espíritu del difunto es honrado en altares familiares, con incienso, plegarias y respeto profundo. La muerte es transición, y la presencia del ausente permanece viva en los ritos cotidianos.

En Oceanía, los pueblos maoríes de Nueva Zelanda celebran el Tangihanga, una vigilia de varios días donde el espíritu es despedido con cantos, llantos y relatos. Es un regreso al origen, a la tribu, al mundo espiritual.


Trascendencia de la muerte y su significado: una mirada desde el Tíbet

En el corazón del Himalaya, donde el viento parece recitar mantras y el silencio se convierte en presencia sagrada, la cultura tibetana ha forjado una de las visiones más serenas y profundas sobre la muerte. Para el budismo tibetano, morir no significa desaparecer, sino trascender, cruzar un umbral hacia nuevas formas de conciencia.

Esta tradición milenaria enseña que, al morir, el alma entra en una serie de estados intermedios llamados bardos, espacios donde se despliega la verdadera naturaleza de la mente y donde el alma puede alcanzar la liberación o preparar su renacimiento. La muerte, entonces, no es un final trágico, sino una oportunidad espiritual, un momento sagrado en el que el alma, si está en paz y acompañada, puede liberarse del ciclo del sufrimiento.

El Libro Tibetano de los Muertos (Bardo Thödol) es una guía espiritual que se lee en voz alta para ayudar al difunto a orientarse en ese tránsito. Durante días, monjes y seres queridos entonan plegarias con compasión, recitando textos sagrados que sostienen el alma mientras cruza el velo invisible entre esta vida y la siguiente.

Uno de los ritos más simbólicos es el llamado entierro celestial, donde el cuerpo —concebido como un vehículo temporal, ya sin el alma— es entregado a la naturaleza en las cimas sagradas. Los buitres, considerados aves purificadoras, se alimentan del cuerpo como parte del ciclo eterno de los elementos. Este gesto, lejos de ser oscuro, es una ofrenda a la tierra, un acto de desapego y retorno. El cuerpo vuelve al cielo, y el alma continúa su camino.

En esta visión no hay miedo, ni urgencia, ni olvido. Hay silencio, compasión y luz. La muerte se acompaña con sabiduría, como quien ayuda a un ser amado a atravesar una puerta hacia lo infinito.

Desde el Tíbet, la humanidad aprende que la trascendencia no se impone: se prepara con humildad y se honra con amor. Y que toda despedida, cuando se vive con conciencia, puede ser también un nacimiento.


El servicio funerario en el mundo: dignidad, comunidad y significado

Así como la forma de comprender la muerte varía según la cultura y la religión, también lo hace la manera en que se organiza el servicio funerario: ese acto último de presencia, cuidado y homenaje. En cada latitud, el funeral es mucho más que una despedida. Es un reflejo de lo que esa comunidad entiende por vida, por alma y por memoria.

Desde los funerales silenciosos y sobrios en Escandinavia hasta las celebraciones musicales en África Occidental; desde las cremaciones ceremoniales junto al Ganges hasta los altares del Día de Muertos en México, el servicio funerario se adapta, evoluciona y encuentra su expresión más noble cuando logra acompañar con verdad.

En Japón, el espacio del funeral es también un espacio de contemplación. En Ghana, es una afirmación vibrante del legado. En Estados Unidos, cada vez más funerales se personalizan hasta convertirse en celebraciones de vida con sentido único. Todos estos ejemplos nos muestran que, más allá de la despedida, el funeral es también una oportunidad de honrar la historia y sanar el presente.


Celebrar la vida: agradecer el camino recorrido

En todos estos rincones del mundo no solo se llora la muerte. También se celebra la vida. Porque la despedida no tiene por qué ser solo duelo: puede ser también gratitud.

Desde los ataúdes artísticos en Ghana hasta los homenajes multimedia en Estados Unidos, las culturas han creado formas creativas y profundas para recordar lo vivido. En América Latina, las velaciones se acompañan de comida, música y oración. En Asia, las ofrendas llenan de luz los hogares. En Europa, los rituales contemporáneos permiten que cada despedida sea un acto de libertad emocional y belleza.

La celebración de la vida no niega la muerte. Al contrario: la abraza con amor y la convierte en oportunidad para decir gracias.


Cómo hacer que un negocio funerario destaque: inspiración global, identidad propia

En este contexto diverso y cambiante, los negocios funerarios pueden ser mucho más que proveedores de servicios: pueden convertirse en guardianes del significado.

Para destacar en este ámbito, es fundamental ofrecer personalización auténtica, abrirse a distintas cosmovisiones espirituales, crear espacios empáticos y llevar la innovación al servicio del recuerdo humano.

Liderar en este rubro es:

  • Diseñar funerales que celebren el legado.

  • Acompañar con arte, música, símbolos y palabras vivas.

  • Incluir ritos indígenas, orientales o contemporáneos con igual respeto.

  • Promover opciones ecológicas y sostenibles.

  • Crear experiencias memorables en comunidad.

El secreto no está en la competencia, sino en la coherencia entre lo que se ofrece y lo que se honra: la vida misma.


Un adiós que une culturas

Hoy, en esta vuelta alrededor del mundo, despedimos con lágrimas, pero también con gratitud. Aprendemos de todas estas culturas que recordar no es aferrarse, sino honrar. Que morir no es desaparecer, sino transformarse. Que celebrar la vida es, quizás, la forma más profunda de decir adiós.

Este servicio funerario es, por tanto, un homenaje a quienes han partido, y también a la sabiduría de los pueblos que han aprendido a despedir con sentido, con belleza, con fe.

Porque aunque las palabras cambien —kaddish, janazah, moksha, réquiem, ofrenda, bardo, resurrección— el gesto es el mismo: amar incluso en la pérdida.

Y al hacerlo, reconocemos algo aún más profundo: que en la muerte, también hay unidad. Y que al mirar a otras culturas, podemos aprender no solo cómo mueren los demás, sino cómo viven… y cómo agradecen.

Porque…

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LCC. Guillermo José Guzmán Vargas

Egresado de Ciencias de la Comunicación con especialización en Comunicación Organizacional y un marcado interés en la inclusión socio-laboral. Ha participado activamente en la elaboración de políticas públicas y foros de inclusión, destacándose por su compromiso en la defensa de los derechos de las personas con discapacidad. Con experiencia en ponencias, conferencias y programas de liderazgo, busca ser un agente de cambio en la sociedad.

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