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DUELO Y TANATOPRAXIA

3 enero 2022
Yaneth Rubio Pinilla

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Uno de los aspectos más importantes dentro de la atención del servicio funerario es la presentación estética del ser querido fallecido, tarea que ejecuta el profesional de tanatopraxia.

El Tanatopractor conoce muy bien de la ejecución de tan especial proceso, trata el cadáver con un profundo respeto, teniendo en cuenta que pueda ser expuesto para su último acto social, la velación. Para la familia, resulta de suma importancia la presentación del ser querido, la última imagen que quedará en su memoria, toda vez que este hecho es el inicio de la elaboración de un duelo sano.

Desde el rol que cumple el servidor funerario, el cadáver es lo más importante, comprendiendo que el fallecimiento de un ser querido trae consigo una carga alta de dolor emocional, al que se ha de sumar las tradiciones, creencias, cultura, tipo de religión que se profesa, entre otros aspectos. 

Todo esto se traduce en que uno de los principales objetivos de la prestación del servicio funerario es aliviar el dolor emocional de las familias, desde el ritual de despedida que se dispone una vez cumplido el proceso de tanatopraxia, pues es certeza que la última imagen queda en nuestra memoria ayudando en los primeros pasos del duelo.

Por el contrario, la ausencia de ritual genera emociones y sentimientos más cargados de incertidumbre y soledad ante el hecho de la muerte.

La primera fase del proceso de duelo abre la puerta al cómo será el transitar de este camino, la presencia de familiares y amigos permiten contención, se da la oportunidad de compartir historias, recuerdos, incluso reír… con la tranquilidad de que el ser querido está cerca y tratado con excelencia.

Una vez culminado el ritual de velación, generalmente en nuestra cultura vienen los días de visitas solidarias a fin de brindar el pésame, el apoyo social se hace vital y las ayudas puntuales que se puedan recibir son indispensables. La persona en duelo no está en condiciones de llevar su vida cotidiana atendiendo todos los aspectos que seguramente traía, el fallecimiento del ser querido trae consigo una reorganización personal y familiar en cuanto a actividades personales, familiares, laborales.

Una vez termina este tiempo de acompañamiento social, se vale buscar el acompañamiento terapéutico y la participación en grupos de apoyo, pues el camino apenas está iniciando y podremos decir que avanzamos cuando podemos recordar sin dolor.

El Tanatopractor ha favorecido el buen duelo, cuando la imagen final de nuestro ser querido ha quedado guardada de forma grata en nuestra memoria.  Ahora le corresponde a cada uno de nosotros como dolientes, hacer un trabajo consciente frente a la elaboración del duelo. 

Existen variados modelos, técnicas y teorías para trabajar el duelo, cada persona lo hace a su manera teniendo en cuenta factores varios como la forma de relación que se traía con quien falleció, experiencias pasadas de duelo, la personalidad del doliente y su forma de afrontamiento, incluso el estado de su salud mental.

El término “duelo” viene del latín dolus (dolor). Es una reacción adaptativa natural, normal y esperable ante la pérdida de algo o alguien significativo. No es una enfermedad, resulta ser un acontecimiento vital, estresante, de primera magnitud que tarde o temprano hemos de afrontar, casi todos, los seres humanos. 

Duelo no solo implica dolor, también significa desafío. El desafío de encontrar nuevos caminos para poder ajustarnos a un mundo que ha cambiado para siempre.  Y fundamentalmente el desafío de crecer, a través de la pérdida. Es inevitable, conlleva sufrimiento y es a la vez, portador de crecimiento. 

El duelo es un proceso natural en el que el doliente atraviesa una serie de fases o tareas que conducen a la superación de dicho proceso, único e irrepetible, dinámico y cambiante de momento a momento, y variable de persona a persona y entre familias, culturas, sociedades.

Se vale recordar además que el duelo en cuanto a tiempo de duración va a durar lo que corresponda, para algunos serán meses y para otros años, el mito de que “el tiempo cura todo”, supone que dolor irá pasando con el paso de los días, sin embargo, el paso del tiempo por sí solo no cura las heridas y por el contrario con el paso de los días el dolor es más agudo.

El duelo es ante todo un trabajo, un proceso que no es lineal, implica un periodo incierto con días fáciles y otros no mucho. Es un proceso de largo plazo que depende del doliente. 

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