Fiebre Chikungunya (CHIKV): definición clínica, epidemiología y control

20 agosto 2015
Dr. Gerardo Flores Sánchez, Tanatólogo

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La fiebre chikungunya es una enfermedad viral aguda, caracterizada por fiebre súbita alta y artralgias intensas, a menudo debilitantes. Su agente etiológico es el virus chikungunya (CHIKV), un arbovirus de ARN monocatenario del género Alfavirus (familia Togaviridae). El término “chikungunya” proviene del idioma makonde (sureste de Tanzania/norte de Mozambique) y significa literalmente “el que se encorva” o “postura retorcida”, aludiendo a la inclinación corporal de los pacientes debido al dolor articular severo. Clínicamente, el CHIKV produce una fiebre súbita acompañada de artralgias bilaterales y simétricas muy dolorosas, que pueden prolongarse días o semanas. Con frecuencia aparecen además cefalea, mialgias, náuseas, fatiga y erupción cutánea. A diferencia del dengue, la afectación de las articulaciones es especialmente intensa.

 

 

Agente etiológico

El virus chikungunya (CHIKV) es un Alfavirus de la familia Togaviridae, estrechamente relacionado con otros arbovirus como el Semliki Forest y Mayaro. Es un virus de ARN de cadena positiva, con cápside icosaédrica y envoltura lipídica. Existen tres principales linajes genéticos (África Occidental, África Oriental/Central/Sureste (ECSA) y Asia) que co-circulan en diferentes regiones. La transmisión se realiza por mosquitos infectados; no hay reservorios inespecíficos fijos en humanos durante epidemias (ver más abajo).

Vectores de transmisión

Los principales vectores del CHIKV son mosquitos del género Aedes, fundamentalmente:

  • Aedes aegypti: mosquito diurno de ámbito urbano, doméstico (habita hogares y plazas). Es el vector predominante en áreas tropicales cálidas.
  • Aedes albopictus: mosquito diurno más rural/ periurbano, que tolera climas templados. Esta especie amplió la expansión del virus a nuevas regiones.

Ambas especies están ampliamente distribuidas en regiones tropicales (y Ae. albopictus también en latitudes templadas). Pican principalmente de día y depositan huevos en recipientes con agua estancada (neumáticos, floreros, depósitos de agua, etc.). Son vectores comunes también del dengue y el Zika. La transmisión es mosquito-humano-mosquito (ciclo urbano); durante brotes epidémicos el reservorio principal son los enfermos humanos.

Epidemiología histórica y reciente

Origen histórico: Se han descrito epidemias febriles con artritis similares desde fines del siglo XVIII, pero el virus no se aisló hasta 1952 en Tanzania. Posteriormente se registraron brotes esporádicos en África y Asia. En la década de 1960 se aisló el virus en brotes urbanos en Tailandia y en India en los 70.

Brotes en África y Asia: Entre 2004 y 2006 ocurrió una gran epidemia en las islas del Océano Índico (Comoras, La Reunión, Seychelles, etc.) con ~500.000 casos. El CHIKV se propagó entonces a la India (en 2006 infectó a más de 1.39 millones de personas) y a varios países del sudeste asiático.

Introducción a Europa: En 2007 se detectó transmisión autóctona por CHIKV en el norte de Italia tras la llegada de un viajero virémico de la India. Este primer brote europeo demostró que Ae. albopictus puede sostener transmisión local fuera de zonas tropicales.

Expansión a América: Desde 2013 el CHIKV ingresó a las Américas (primero en el Caribe) y se diseminó rápidamente por América Central y del Sur. En diciembre de 2013 se confirmó la primera transmisión local en la Región de las Américas. En México el primer caso autóctono se registró a fines de 2014 en Chiapas. Para marzo de 2015 ya se habían confirmado 458 casos autóctonos en México (principalmente en Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Sinaloa y Sonora), sin defunciones reportadas.

Durante las últimas décadas el CHIKV se ha detectado en más de 110 países de África, Asia, Europa y las Américas. Las regiones donde abundan Ae. aegypti o Ae. albopictus son susceptibles a brotes locales. La alta proporción de población susceptible favorece la ocurrencia de brotes explosivos.

Reservorios

En ambientes urbanos y periurbanos el reservorio principal del virus durante las epidemias es el humano (ciclo humano–mosquito–humano). Fuera de los brotes, el CHIKV puede mantenerse en ciclos silvestres que involucran primates no humanos y otros vertebrados. Se han implicado como reservorios potenciales primates no humanos, roedores, aves y pequeños mamíferos durante períodos interepidémicos. La importancia de estos reservorios en la epidemiología humana es secundaria; la mayoría de la transmisión se explica por la dispersión humana del virus y la alta densidad de vectores urbanos.

Período de incubación

  • En el vector (incubación extrínseca): Después de ingerir sangre infectada, el mosquito requiere un período de incubación de aproximadamente 10 días para que el virus alcance sus glándulas salivales y pueda transmitirlo a otra persona.
  • En el humano (incubación intrínseca): En las personas picadas por un mosquito infectado, los síntomas suelen aparecer en 3–7 días (rango 1–12 días). Con menor frecuencia la aparición de síntomas puede retrasarse hasta 10–12 días.

Importancia para la salud pública

La fiebre chikungunya representa un reto de salud pública en regiones tropicales. Al carecer de vacuna ni tratamiento antiviral específico, las medidas preventivas y de control vectorial son claves. En epidemias poblacionales la enfermedad puede infectar a un alto porcentaje de personas susceptibles; las tasas de ataque reportadas oscilan entre un 38% y 63% en comunidades afectadas. Aunque la mayoría de los pacientes se recupera tras unas pocas semanas, muchos quedan con dolor articular crónico. En grupos vulnerables (niños, ancianos, embarazadas) pueden surgir complicaciones graves (neurológicas, cardiovasculares).

Además, la coexistencia de dengue, Zika y chikungunya —transmitidos por los mismos vectores— impone desafíos diagnósticos y operativos. Los síntomas similares propician diagnósticos erróneos, lo que dificulta la detección oportuna de brotes. Dado el amplio rango de Aedes y las características del virus, se reconoce que CHIKV tiene capacidad de emerger y reemerger rápidamente en nuevas áreas, lo que justifica la priorización de su vigilancia y control.

Vigilancia epidemiológica

La vigilancia debe integrarse con los sistemas de arbovirosis ya existentes (dengue, Zika). Es fundamental la notificación inmediata de casos sospechosos (p. ej. cuadro febril agudo >38.5 °C con artralgias intensas inexplicadas). Se dispone de criterios operacionales de caso sospechoso, probable (IgM reactiva) y confirmado (PCR o serologías específicas). El diagnóstico diferencial con dengue es obligatorio; por ello se recomienda confirmar mediante PCR (en la primera semana de enfermedad) o detección de anticuerpos en suero.

Los laboratorios de salud pública deben estar habilitados para pruebas de PCR e IgM de CHIKV. Se deben reportar los casos confirmados a las autoridades sanitarias nacionales y a la OPS/OMS para monitoreo regional. Asimismo, la vigilancia entomológica de Aedes es esencial para identificar áreas de riesgo.

Control vectorial

La única estrategia eficaz es eliminación de criaderos y control de vectores. Las acciones recomendadas incluyen:

  • Manejo ambiental y comunitario: Vaciado y limpieza semanal de recipientes con agua estancada (cubetas, floreros, tinacos, llantas). Tapar depósitos de agua, recolectar y desechar objetos inservibles que acumulen agua. La movilización social (educación sanitaria, “descacharrado”) es clave para reducir criaderos.
  • Fumigación e insecticidas: Durante brotes se pueden aplicar adulticidas (nebulización) para reducir mosquitos adultos, así como larvicidas en depósitos de agua permanentes. Estas medidas deben coordinarse con base en estudios de resistencia local y monitoreo entomológico.
  • Protección individual: Uso de ropa de manga larga y repelentes cutáneos (DEET, icaridina) durante el día, así como instalación de mosquiteros (especialmente para niños y enfermos que descansan de día). Las barreras físicas en viviendas (mosquiteros en ventanas) contribuyen a reducir picaduras.
  • Manejo Integrado de Vectores (MIV): Se debe implementar un plan coordinado que incluya vigilancia entomológica, aplicación de insecticidas con criterio técnico, y evaluación permanente de la eficacia de las intervenciones.

Fuentes consultadas:

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