No es algo nuevo admitir que hablar sobre la muerte, para la mayoría de las personas es algo difícil, algo que preferimos evitar. Entonces, qué pasa cuando hay que hablar con los niños sobre esto.
No puedo pedirle que no le teman a la oscuridad si yo le temo, no puedo pedir algo que yo no doy. Sería de mucha ayuda para las personas que conviven con este pequeño y que está pasando o está próximo a pasar por un duelo, conocer sobre este tema. Para eso yo como adulto debo entender y aceptar que la muerte es parte de la vida.
Algunos padres piensan qué con evitar el tema, protejo a mi hijo, pero es todo lo contrario. Es parte de mi responsabilidad apoyar y guiarle en este proceso. Y esto va también para los docentes, médicos, enfermeras, personal que de alguna manera está en contacto con niños.
Desde pequeños convivimos con la muerte, las pequeñas muertes las sufre todo ser humano porque son parte de la vida cotidiana, forman parte del historial personal y único de pérdidas que se va haciendo desde muy corta edad.
Quién no tuvo un pollito de color azul o rosa, que vendían fuera de la escuela, o el pez que daban en la feria como premio por jugar en las canícas. ¿Los recuerdan? Esa primera mascota, que por la circunstancia que fuera moría, ahí empezaba nuestro acercamiento con la muerte y el dolor de la pérdida.
Pero qué se hace comunmente en estos casos, qué le decimos a los niños, tu mascota se fue a buscar novio, encontró a su mamá, o se fue a vivir a otra casa, etc. Creemos que eso ayuda y tal vez si, en algunos casos lo haga. Pero hay niños que se preguntan ¿qué hice mal?, ¿por qué se fue?, ¿no lo cuidé bien?, o ¿mi mascota ya no me quería?. Estas y muchas otras interrogantes pasan por la mente de un pequeño.
No aseguro que sea así con todos, pero es algo que sin duda puede ocurrir. Entonces evité el dolor o solo lo cambié por angustia. Evitar esta realidad nos quita la oportunidad de explicarle a este pequeño lo que es la muerte, la pérdida de algo o alguien que tú amas. Nos quita la posibilidad de ver cómo es mi hijo ante el duelo.
Sé que hay otros aspectos que debemos tomar en cuenta para dar una nocitcia de este tipo, uno de ellos es el cuanto conozco yo a ese niño. Se a que le teme, qué le gusta hacer antes de dormir, sus amigos, sus colores favoritos, el qué desea ser cuando sea grande, qué lo aleja de sus sueños, sus tristezas, sus alegrías, sus tesoros y podría seguir.
Alguien me dijo una vez… «información es poder», entre más informacion tenga mejor sabré como actuar, porque tendré mas herramientas para ello.
Y esto nos hace volver al inicio, cómo estoy con mi hijo hoy en día cómo es mi relación con él en este momento. Porque les recuerdo que no solo pueden perder a un abuelito o un familiar cercano, te pueden perder a ti Papá, a ti Mamá.
Y si conozco mejor a mi hijo, si me detengo un poco a observar con dentenimiento el como es él, cuáles son sus necesidades o sus carencias, el tiempo no perdona, no se detiene y es cruel si le dejo todo el control a él.
Si me detengo y observo me daré cuenta que el duelo, la pérdida, no solo es de seres queridos, es también de entornos, de objetos y afectan igual a los pequeños. Pero eso no siempre lo notamos, justificamos con el “son pequeños, ni cuenta se dará” y si, si lo son y si tal vez no sabrá exactamente qué es lo que pasa, que sabe que algo sucede, que algo no está bien. Y es ahí donde empieza el cambio de conducta en ellos y es ahí donde debo empezar a prestar atención y trabajar con él. Esto puede ser por el divorcio de los padres, por cambio de casa, de escuela, el nuevo trabajo de Papá. Todo aquello que signifique una pérdida para el menor habrá que vigilar su desarrollo.
Los niños en duelo no reaccionan como los adultos, tienden a expresar su tristeza más con el cuerpo y el comportamiento que con las palabras, y se manifiestan principalmente en el hogar y en la escuela. Si nosotros como adultos nos cuesta entender lo que pasa, te has puesto a pensar, ¿que significa para ellos tratar de comprender?
Hablemos de edades:
- 0 a 4 años: Los niños y las niñas a esta edad no poseen el concepto abstracto de la muerte. Sin embargo, pueden apreciar la ausencia de la persona que ya no está. Su respuesta inicial es de protesta y necesidad de recuperar a esa figura de apego perdida. Ante estas circunstancias suelen responder a modo de rabietas, desesperación, desapego y ansiedad. Entienden la muerte como una separación física de la persona querida, y la pérdida es vivida como un abandono, representa una amenaza a su seguridad y a su rutina.
- 4 a 6 años: Su concepto de muerte todavía es muy limitado, entienden que los seres vivos y las personas mueren, pero no para siempre. No entienden el concepto de irreversibilidad, piensan que se trata de una separación temporal. Son frecuentes preguntas como ¿Cuándo va a volver? ¿Vendrá a mi cumpleaños?… Su inquietud sigue girando en torno a la seguridad física, y su mayor preocupación va a ser quién les va a cuidar ahora (especialmente si se trata de la muerte de unos de los progenitores). Suelen responder con confusión, preguntando constantemente dónde ha ido o cuándo va a volver su ser querido. Parece que entienden la realidad, pero es frecuente que, tras habérselo explicado y comprendido, pregunten de nuevo por el ser querido. Ante esta situación, los/las adultos/as y el entorno más cercano que rodea al menor deben preparar previamente el mensaje de manera consensuada para poder responder de la misma forma cada vez que les pregunte.
- 9 a los 12 años: En este intervalo de edad, el concepto de muerte se aproxima al que tienen los adultos (obviamente, sin la experiencia previa ni el manejo de las emociones que tienen los/las mayores). Es universal, inevitable e irreversible. Comprenden las causas biológicas que las causan, y empiezan a ser conscientes de su propia muerte.
Cuando el Niño es el Enfermo ¿Cómo se lo digo? Es importante elegir bien el lugar que este sea un sitio tranquilo, en el que preveamos que no vamos a tener interferencias y sin límite de tiempo, pues vamos a comunicar la muerte de un ser querido o la enfermedad que padece, y debemos estar abiertos a posibles preguntas y reacciones emocionales de los niños. Cuando esto pasa, el adulto se ve en una situación difícil. Al no saber como explicar lo que ni él mismo comprende. Pero es impresionante la manera tan natural de algunos niños de sobrellevar esta realidad. Todo dependerá de la personalidad de cada niño y del tipo de padecimiento. Por más duro que pueda ser hay que hablar con sinceridad sobre el tema. Eso ayudará no solo al pequeño, al adulto lo hará, ya que llegado el momento de partir, se quedará con la paz de haber sido honesto, sin alvergar esperanzas irreales.
Dejarlo expresarse, haciendo preguntas o hablando de su enfermedad. Seamos honestos, si él nos dice: tengo miedo y tú lo sientes también, pues hay que decirle. No hagas promesas que no cumplirás. Si él pide despedirse de alguien incluso de ti, déjalo, él sabe que el tiempo se agota, no pierdas la oportunidad de tener esa despedida.
Así que a vivir, pero realmente a vivir. estar en paz con nuestros pequeños que no lo serán por siempre. Si tienes preguntas sobre este tema acude con un especialista para recibir una orientación.
Hasta pronto y recuerden…
HAY QUE APRENDER A VIVIR, SIN MIEDO A MORIR