¿Por qué hablar de la masculinidad en una revista funeraria? Eso es lo primero que hay que aclarar en este artículo. Es bien sabido que históricamente el hombre es criado para “ser fuerte”, entendiéndose esto como un ser que controla sus emociones y oculta sus sentimientos, teniendo que hacerse cargo de todo cuando las situaciones se tornan difíciles. Para un trabajador de un sector como el funerario, donde las emociones están constantemente asediadas por circunstancias desagradables, es importante tener fortaleza o estabilidad mental, pero no al grado de privarse del desahogo emocional. Para los hombres, más aún para los que trabajan en sectores económicos como el nuestro, la comprensión social es crucial. De ahí la importancia de abordar este tema.
La masculinidad es un constructo social, que se origina en un tiempo y un lugar determinado, especialmente en el núcleo familiar, que es en donde se adoptan las principales creencias y conductas que diseñan la personalidad de cada persona, basándose en la tradición de relacionar al hombre con una imagen perfectamente definida y diseñada para cumplir un rol en la sociedad, lo que puede acabar en actitudes machistas, misóginas, homofóbicas o que promuevan la violencia, la agresión sexual y la violencia de género.
En la cultura latina somos educados creyendo que el fracaso es algo malo, que los errores son sinónimo de incapacidad, de debilidad; en donde aparentemente no se tiene oportunidad de fallar y que se debe de cumplir con un rol marcado, en un tiempo determinado; todo esto ejerce una presión social en cada hombre, lo que simultáneamente repercutirá en su vida.
Hoy en día se habla acerca de la Masculinidad frágil, actitudes que se construyen dentro de un paradigma patriarcal que exige al varón ser fuerte, que tiene que competir con otros hombres para demostrar quién es mejor. La sociedad crea la imagen de un hombre insensible, que debe esconder sus emociones o, más bien, no debe demostrarlas, y además tiene que hacer el esfuerzo para sostener este estereotipo exigido.
Actualmente, los casos de suicidio se han elevado en gran medida; principalmente, han incrementado en los hombres, siendo esto un problema de Salud Pública, por lo que es indispensable seguir trabajando en materia de salud mental y emocional, para lograr un impacto favorable y se reduzca el número de muertes por esta causa.
Es de suma importancia enseñar y practicar la comunicación asertiva como herramienta para expresarnos de manera positiva, con empatía, por lo que se necesita generar flexibilidad mental, que nos dé la habilidad de adaptarnos al cambio, así como la capacidad de reconocer diversas opiniones y, sobre todo, nos ayude a aceptar cada situación que enfrentemos, por más difícil y dolorosa que sea.
El sector funerario no puede ser ajeno a esta evolución, puesto que, además de lo ya mencionado anteriormente, una parte crucial del proceso del duelo es permitir que las emociones salgan a flote y no se queden adentro, lastimando la psicología del doliente a largo plazo. Sin embargo, como ya se mencionó, el varón todavía no tiene todo el permiso y aprobación de la sociedad para permitir que su llanto y dolor sea mostrado, pues, de hacerlo, podría ser catalogado como alguien débil. Para el sector funerario, impulsar las nuevas masculinidades no es un tema extraño ni poco importante.
Una de las tareas para lograr crear nuevas masculinidades es necesario romper el discurso del «ASÍ SOY YO”, es decir, resignificar creencias. Hay creencias fáciles de identificar pues representan patrones que se repiten. Revisar nuestras creencias es vital para cualquier proceso de transformación, ya que muchas de esas creencias no responderán a las nuevas realidades.
Potenciar un crecimiento y empoderar la masculinidad no es hablar de hombres fuertes, sino de aquellos que se atrevan a generar un cambio en su linaje; cuando resignificamos nuestras ideas, nuestro lenguaje también evoluciona, nuestro discurso interno se modifica; utilizamos un vocabulario alternativo, uno que construya, lo que dará oportunidad al hombre de validar sus emociones, generar pensamientos positivos y, por lo tanto, conductas adecuadas que brinden resultados de éxito en la vida.
La sociedad debe entender que en el varón también existen miedos, pero que no tiene tanto permiso para mostrarlos: la emoción que siente con el sonido de un motor, la pasión que se vive en un deporte, la difícil tarea que es aparentar ser fuerte o estar bien todo el tiempo, las lágrimas que no se atreven a llorar, la necesidad que tienen de un abrazo que no saben pedir, la presión por todavía obligarlos a ser el sostén de una familia, o la incomodidad de las comparaciones con otros hombres. No es que no quieran hablar o no puedan expresarse, sino que no saben cómo, o lo hacen como han aprendido.
Las masculinidades que están apareciendo el día de hoy apuestan por la horizontalidad, el consenso y las relaciones entre iguales. Un nuevo paradigma será seguir en esta línea de equidad social: construir nuevas masculinidades que reconozcan su historia con amor, con respeto y compasión; que vivan sin juzgarse, ni culparse; que logren cerrar ciclos, sanar todas sus heridas y que aprendan a expresar libremente sus pensamientos, emociones, y así transformarse en personas resilientes, capaces de aceptar cada proceso, descubriendo el “¿para qué?” de cada situación, que les permita identificar el Sentido de su Vida.
