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Muertes Violentas, un Difícil Escenario para los Embalsamadores

17 octubre 2023
Joel Alejandro Zapata Hernández

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En el mundo existen varios empleos que requieren una enorme cantidad de sangre fría y cierto nivel de deshumanización. Policías, doctores, psicólogos o periodistas son solo unos ejemplos de profesiones en las que los empleados tienen que lidiar día con día con hechos de violencia o situaciones tristes: investigar crímenes, atender pacientes, reportar tragedias, etc. Los trabajadores funerarios también forman parte de ese grupo al tener que trabajar, literalmente, con la muerte en los distintos escenarios que conlleva: embalsamar, tratar con los dolientes, presenciar sus emociones, etc.

A pesar del drama que tienen que observar, los embalsamadores, como todos los empleados que ya se mencionaron, pueden y deben llegar a acostumbrarse, sin deshumanizarse de más, ante la presencia del dolor y de fallecidos. Pero hay situaciones que siempre, sin importar el tiempo que lleven ejerciendo, los impactan negativamente, aunque ya la hayan tenido que afrontar en su trabajo: embalsamar fallecidos por asesinato, sobre todo cuando el arma homicida fue un arma de fuego.

La violencia es, desgraciadamente, cosa de todos los días, solo que no en todos los sitios se padece de forma igual. A la fecha de redacción de este artículo, 14 de julio de 2022, se sigue viviendo en Ucrania la guerra con Rusia, México sigue sufriendo la violencia del crimen organizado y en Estados Unidos se han dado recientemente varios tiroteos con víctimas fatales.

¿Cómo es atender, para un embalsamador, el cuerpo de un ejecutado por arma de fuego?

“Es innecesario ver a cualquier ser humano en esa condición.”, dijo Dominick Astorino, embalsamador y profesor de Ciencias Funerarias que ha ensañado en Detroit y Chicago, cuestionado sobre el impacto de atender fallecidos por muerte violenta por rifles de asalto. Él, que ha atendido cuerpos de soldados y de víctimas de crímenes violentos, dio esa declaración al hablar sobre los tiroteos que ha habido recientemente en su país.

“Me encantaría que vinieran a mi funeraria y trataran de justificar ese tipo de muerte ante una familia.”, declaró Hari Close, director de ceremonias funerarias con más de 30 años de carrera, refiriéndose a que le gustaría que legisladores se replantearan el derecho a portar armas, o al menos, su contexto actual.

En palabras de trabajadores funerarios, sobre todo embalsamadores, cuando la víctima de un homicidio muere por arma de fuego, más si es por un rifle de asalto, reciben cuerpos destrozados. Si el disparo fue a quemarropa, el daño al cuerpo es tremendo, por lo que la reconstrucción se vuelve titánica. Si la bala impacta en la cabeza, se puede llegar a la decapitación. En algunos casos, la reconstrucción o restauración es imposible, hablando del área afectada por el impacto de bala.

Los ataúdes cerrados, a veces son la única opción, pero no la mejor

Debido a que las reconstrucciones no siempre son posibles para los embalsamadores, una alternativa suele ser hacer funerales con ataúd cerrado; sin embargo, ésta tiene sus inconvenientes, los cuales son muy importantes para no ser mencionados.

En opinión de varios trabajadores funerarios, los ataúdes cerrados complican el duelo, ya que el doliente no siente que ha despedido debidamente a su ser querido. De hecho, sienten que ni siquiera hubo despedida, puesto que no pudieron verlo por última vez. Una idea muy difundida y defendida por los embalsamadores es que lograr una imagen de paz en el finado, que sugiera que está durmiendo, ayuda a que sus familiares y amigos puedan despedirlo con resignación, ayudando a cerrar ciclos. Sin embargo, cuando el ataúd está cerrado, este paso muy importante en la vivencia del duelo, está ausente.

Cabe mencionar que el que un fallecido haya muerto por herida de bala en la cabeza, no necesariamente impide la restauración. En algunos casos, incluso se puede volver a unir parte del cráneo; sin embargo, esto no siempre es posible; además, el drama para los embalsamadores se mantiene.

Es muy difícil recibir cuerpos en tales condiciones, desde el punto de vista anímico. Al restaurar, un embalsamador trata de aportar un aura de dignidad a la muerte, pero en casos como los planteados es muy complicado; en ocasiones, simplemente no se puede lograr la restauración al 100%, por lo que se crea la sensación, no de ser mal trabajador, sino de volver a violentar al finado. Aunado a esto, el trabajador funerario, en un funeral de un fallecido por muerte violenta y que no ha sido totalmente restaurado, siente que les ha fallado a los familiares.

Sin duda alguna, visibilizar esta situación es importante, puesto que los embalsamadores también son seres humanos con emociones, que tienen que padecer los efectos de la violencia en las calles, pero que muchas veces son dejados de lado, a pesar de las exigencias de empatía por parte de la sociedad.

 

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