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EMBALSAMAMIENTO, UN PILAR PARA EL NEGOCIO FUNERARIO. LA PERSPECTIVA DE UN EMBALSAMADOR.

4 octubre 2022
T.E. Carlos Cid del Prado

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A lo largo de estos años desempeñando está hermosa profesión, me he topado con diversas situaciones que estaré contando poco a poco; hoy quiero citar algunas de ellas, además de  mencionar que nuestro oficio siempre o casi siempre queda en la última parte de la funeraria, es decir, es el que casi nunca se observa “desde afuera”, por parte de los deudos; sin embargo, la satisfacción y el agradecimiento de algunas personas significan mucho para un servidor.

Nuestra labor es muy complicada, desde revivir el cuerpo; desde ahí ya nuestra mente comienza la parte de los procedimientos a seguir, eso sin dejar pasar por alto la bioseguridad y protección familiar, puesto que hay alguien esperándonos en casa, por lo que tratamos de no llevarnos ninguna bacteria, virus, entre otras cosas, incluyendo las imágenes tristes en la cabeza después de tratar, tal vez, con algún caso violento y, en ciertos casos, muy sensibles, como cuando la muerte llega a algún paciente pequeño, aquél al que todavía le faltaba explorar el mundo.

El proceso es difícil. Contempla la llegada, comenzar a analizar los químicos a utilizar, la preparación del instrumental y equipos de apoyo  necesarios, así como saber improvisar cuando la luz, por cualquier cosa, falla; también incluye el tiempo estimado de entrega, mismo que a veces pareciera ser nuestro peor enemigo cuando algo, por más simple que sea, se interpone y nos hace pensar que el cadáver que vamos a trabajar no quisiera ceder, como si fuera mucho su resentimiento o no quiere llegar a casa para ser velado en los distintos ritos espirituales, a donde llegan algunos con el rostro de tristeza y olvido; algunos con lágrimas apenas asomándose, casi a punto de ser derramadas, las cuales quedan sujetas por la rigidez cadavérica, con esa sequedad que solo los que estamos en esta labor conocemos. A pesar de todo eso, tenemos que lograr en el cuerpo un rostro de tranquilidad y descanso, un hermoso descanso eterno.

Aunque también hemos tenido personas en quienes es notable el cuidado y amor que les tenían pues, a pesar de la enfermedad o de cualquier otra circunstancia, su pulcritud y su ropa oliendo a algún tipo de suavizante son evidentes. Hasta su último suspiro se llevaron un hermoso aroma. 

En esta profesión, he tenido la fortuna de observar personas que fallecidas muestran más vida que muchas que, aunque vivas, solo están por alguna causa del destino , mientras que muchos finados parece que tenían toda la fuerza y potencial para seguir viviendo, pero por el destino ya no se les concedió seguir con ese proyecto de vida.

Cómo les dije en un principio, nuestra labor es muy complicada pero muy satisfactoria; somos sin duda un pilar fundamental del negocio funerario porque en nuestras manos está la posible futura nueva compra de algún servicio funerario. Eso en un enfoque comercial para la funeraria, pero para nosotros es mucho más que eso; es trabajar con la muerte dándole la más bonita apariencia al cuerpo en su última despedida con sus familiares y amigos. Escuchar de las personas un agradecimiento por haber realizado lo mejor en su difunto, te hace sentir orgulloso y hace poner tu piel “de gallina”. Si te das cuenta que estás en el lugar correcto, justo en el lugar que te corresponde, eso te motiva a seguir adelante y hacer las cosas mejor cada día; levantarte con ese ánimo de entregar parte de tu imaginación y plasmarla en aquellas personas que quedaron imposibilitadas, para reflejar cualquier tipo de sentimiento dándoles el rostro de un bonito sueño perpetuo, no importando cuál haya sido la causa final de sus vidas.

Es una satisfacción para mí trabajar como embalsamador por muchas afortunadas cosas; en mi vida he tenido diferentes experiencias, como la de ser locutor de radio y, sin embargo, hoy puedo decir que este oficio no lo cambiaría por ningún otro, y que he conocido al ser humano más humano, sensible, al ser humano real; como locutor, a pesar de tanta felicidad, hay muchos realmente tristes fuera del aire.

En fin, son muchas situaciones que estaré compartiendo con ustedes. Agradezco infinitamente la oportunidad y el permitirme expresar algunas vivencias y situaciones, con las cuales sé que muchos se identifican en este trabajo en el que, por muy duro que sea, siempre tenemos ese toque de sensibilidad, respeto y alegría que nos ayuda a resistir cada caso que trabajamos. Un agradecimiento muy especial para Noé Ortega de Comonfort, de Guanajuato, que desde hace ya algunos años ha puesto a los difuntos que recibe en mis manos para preservarlos, procurarlos y embellecer esa parte de la muerte.

Ya les contaré más sobre esta difícil pero hermosa profesión, un trabajo no apto para todos, aunque todos necesitaremos algún embalsamador para el día final de nuestra vida.  

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