La muerte de un menor, víctima de Bullyng, ocurrida el mes de mayo de este año en Cd. Victoria, Tamaulipas, detonó a nivel nacional una intensa reacción de la sociedad demandando la intervención del gobierno federal para poner un alto en las escuelas a este problema de violencia.
La demanda ha sido en tonos emocionales que han ido desde la ira y el dolor, hasta la angustia, la desesperanza y el miedo, que en conjunto caracterizan lo que podría llamarse un proceso de duelo social, que ha involucrado no solo a la familia de la víctima, sino también a su comunidad, a su entidad y al país.
Esta intensa reacción social ante el Bullying, lo ha ubicado en una alta posición de prioridad política para el Estado mexicano. Desde luego que la magnitud y la rapidez con que este fenómeno captó la atención nacional, en gran parte se ha debido al papel que han jugado los medios masivos de comunicación y las redes sociales para darlo a conocer, magnificarlo y convertirlo en centro del debate público; pero sobre todo porque este duelo colectivo ha permitido una especie de catarsis social ante el ambiente general de inseguridad y violencia extrema que vive México sobre todo desde 2010.
Aun considerando lo anterior, los estudios de instituciones gubernamentales y organizaciones civiles, efectivamente han confirmado la extensión y crecimiento acelerado del Bullying en México, con todo y su impacto más grave que son los suicidios y homicidios.
Investigadores del Instituto Politécnico Nacional y de la Universidad Nacional Autónoma de México afirman que el 70% de los 26 millones; 12 mil 816 estudiantes de los niveles preescolar, primaria y secundaria, ha sufrido Bullying.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que el11% de los estudiantes mexicanos de primaria han robado o amenazado a algún compañero, en secundaria es de más del 7%. Otro estudio, realizado en directores de escuelas mexicanas reportó que el 42% han detectado casos de Bullying.
Por ahora la voluntad política del gobierno federal urgida por la presión mediática y la demanda social de los padres de familia, han resultado en la formulación de una estrategia nacional de 15 puntos contra el Bullying, cuya plena implementación se podrá apreciar en el mes de septiembre. De esta manera, aunque la muerte de una persona es irreversible e irremediable, todo el conjunto de las consecuencias sociales que tuvo este lamentable homicidio por acoso escolar, indican que a partir de él, el Estado mexicano y la sociedad aplicarán toda su voluntad, fuerza y recursos para contener este fenómeno de violencia en los planteles educativos y prevenir que vuelva a ocurrir otro caso similar.
Antecedentes
A nivel mundial, el primero en llamar la atención sobre este fenómeno fue el noruego Dan Olweus, quien desde 1978, motivado por el incremento de suicidios entre estudiantes adolescentes, inició diversas investigaciones sobre este fenómeno. Denominó Bullying a la conducta de un estudiante para intimidar, dominar someter, amedrentar, consumir (emocional e intelectualmente) a otro estudiante, al que convierte en su víctima a fin de satisfacer su necesidad imperiosa de dominar y someter a los demás. Ésta es, como lo han definido otros investigadores, una relación desequilibrada de poder y sometimiento en perjuicio de la víctima.
En realidad en México el problema del Bullying o acoso escolar era ya conocido desde hace varios años, pero se mantenía fuera de la prioridad del Estado, tanto desde el punto de vista de salud, como de educación y de seguridad pública.
Esta situación empezó a cambiar con las convenciones, asambleas, declaraciones y protocolos internacionales sobre derechos humanos contra la violencia en mujeres y niños, que México suscribió a partir del año 2000 (derecho a una vida digna libre de violencia).
Así en el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012 y su Programa Sectorial de Educación, ya se incluyó el tema del acoso escolar bajo el modelo de “Escuela segura”.
En el año 2009 se realizó la Segunda Encuesta Nacional sobre Exclusión, Intolerancia y Violencia en las escuelas de educación media superior, que mostró la alta incidencia del Bullying en ese nivel educativo. Otros estudios realizados periódicamente por instituciones de educación y de salud corroboraron lo anterior, mostrando además su tendencia creciente.
En 2011, se publicó el X Informe Interamericano de la Educación en Derechos Humanos (IIDH, 2011) en el que se señalaron algunos rezagos de nuestro país en esa materia. Este informe señaló que “no se trata de que el sistema educativo se plantee como objetivo ‘combatir la violencia’ per se (función propia de las fuerzas policiales y el sistema judicial) sino que se plantee construir y sostener las condiciones que aseguren la buena convivencia y seguridad en los centros y comunidades educativas”.
Por lo tanto en países como México, Brasil, Colombia y Estados Unidos, que viven el permanente incremento y agudización de la violencia social, asociada al crimen organizado, el narcotráfico y la delincuencia común, las políticas y medidas de “mano dura” en el ámbito escolar pueden poner en riesgo los derechos humanos, pues el comportamiento violento por parte de algunos miembros de las escuelas puede, paradójicamente, resultar de aquellas medidas de control y disciplina, del clima escolar con que se quiere prevenir y corregir el “mal comportamiento” de los estudiantes. La alternativa que recomiendan es que las intervenciones privilegien el enfoque de derechos humanos y del fortalecimiento democrático
Más recientemente en el año 2012 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), a la que pertenece nuestro país desde hace 20 años, ubicó a México en el primer lugar internacional en cuanto a Bullying. Este señalamiento evidenció ante la opinión internacional lo urgente que era la intervención del Estado para detener la violencia escolar.
Entre los años de 2011 y 2013 algunos Congresos Locales de entidades federativas como Puebla, Veracruz, D.F. y Tamaulipas emitieron Leyes sobre esa materia, bajo los principios de orden y disciplina; autoridad y poder, de los que derivan acciones básicas de prevención mediante la información sobre el bullying, invitación a la denuncia de actos de acoso escolar y formación de comités y/o consejos para operar programas con la participación multisectorial.
Los daños del Bullying
La consecuencia del daño físico, emocional y social sobre los alumnos víctimas de Bullying, comprende desde el deterioro de su rendimiento escolar (bajar sus calificaciones o reprobar), desertar de sus estudios, el suicidio y el homicidio.
José Antonio Oñederra, resume que entre los efectos psicológicos del Bullying están la ansiedad y la depresión, el sentimiento de culpabilidad, el autoconcepto negativo, baja autoestima y autodesprecio; la carencia de asertividad, emociones de terror y pánico; distimia (alteraciones del estado de ánimo, tristeza), autolisis (ideación de suicidio); adopción de creencias irracionales (mágicas y superticiosas diversas), baja inteligencia emocional, ira, manifestaciones neuróticas, síndrome de Estrés Postraumático y suicidio
Entre los efectos psicosociales, están las alteraciones de la conducta, como las de evitación; introversión, timidez, aislamiento social y soledad; baja apertura a las relaciones sociales, amabilidad; satisfacción familiar, responsabilidad; actividad y eficacia; rechazo y/o abandono de la escuela
Entre los efectos físicos están una amplia gama de somatización como insomnio, enuresis y dolores físicos, que pueden persistir largo tiempo, inclusive hasta la edad adulta.
Mendoza Estrada describe que la escalada de la violencia en el agresor, si no se detiene va evolucionando desde el malestar hasta el suicidio u homicidio, pasando por el deseo de dominar, frustración, enojo, furia, deseo de acosar, rabia, violencia verbal y física, pérdida de control, deseo de herir y aniquilar.
Perfiles del agresor, víctima y espectador
José Antonio Oñedera afirma que el victimario generalmente tiene el siguiente perfil: bajo rendimiento académico, fracaso escolar, rechazo a la escuela; conducta antisocial y delictiva, relaciones sociales negativas.
Por otra parte el espectador que presencia el acoso escolar, sin hacer nada al respecto tiene el siguiente perfil: miedo, sumisión, insensibilización, culpabilidad y falta de empatía.
Olweus describe que el perfil de los estudiantes víctimas de Bullying el de una persona que expresa reacciones de ansiedad y sumisión, que es débil físicamente, que en general mantienen una relación negativa hacia la violencia o el uso de métodos violentos y que ante las agresiones prefiere huir o llorar.
Oñedera agrega que cualquier estudiante puede ser víctima de Bullying, aún el que tiene buena salud mental, sociable y con buenas relaciones familiares, sin embargo puede identificarse que en lo general el perfil del que sufre acoso escolar está compuesto de los siguientes elementos: a) baja popularidad entre sus compañeros con los que no logra tener buenas relaciones; es rechazado, no consigue recibir ayuda de ellos; b) el miedo es un rasgo de su personalidad; tiene antecedentes de una infancia y adolescencia infeliz; c) temperamento débil y tímido, d) falta de asertividad y seguridad, e) baja autoestima, puede haber el antecedente de fracaso escolar; f) dominado por sentimientos de culpabilidad, se inhibe para comunicar a los demás su situación; g) tendencia a la depresión, llega a somatizar o fingir enfermedades e incluso provocarlas por su estrés, h) sobreprotegido por la familia, por lo que carece de habilidades sociales para enfrentarse al mundo.
¿Cómo responden los estudiantes al Bullying?
Según Haidet y Stein, el 65,8% por temor ignoran la situación, lo que permite al agresor continuar impunemente con su conducta.
El 42,1% confronta a su victimario. Sólo un 6,5% lo denuncia ante alguna autoridad académica. Pero cuando ésta no le presta atención, no actúa ante tal denuncia, o su intervención es insuficiente o inefectiva, en muchos casos la víctima se siente autorizada para tomar la justicia por sus propias manos, considerando que esa acción sería más legítima que las acciones respaldadas institucionalmente.
Otra opción que toma la víctima es contarle a un amigo, para buscar apoyo en alguien de la misma edad y grupo; sin embargo, esta medida no asegura que cese la intimidación y paradójicamente hace propaganda al “poder” del agresor en el grupo dónde se establece el Bullying como forma cultural de relacionarse y lograr estatus.
(Fragmento del artículo que se publica en NOVUS FUNERARIO Nº7, ya en circulación)